Nuevas relaciones ¿Qué es el amor líquido?

Si cuando tienes una relación echas de menos la emoción del principio y ya no te interesa. Si tienes miedo al amor, por la pérdida de control y la entrega que supone. Si vas pasando de una relación a otra, sin profundizar en ninguna de ellas y tienes “alergia” al compromiso, es probable que estés viviendo el amor líquido.

El concepto de amor líquido lo desarrolló el sociólogo Zygmunt Bauman, quien usa el término “líquido” para definir a las personas y sus comportamientos fugaces, etéreos y superficiales en las empresas, los gobiernos y, también, en el amor.

La teoría del “Amor líquido” pone de manifiesto que en el siglo XXI nuestra sociedad capitalista y consumista está haciendo proliferar las relaciones fugaces y frágiles. Bauman manifiesta que todo lo consumimos. Consumimos cosas, alimentos, personas y emociones. Todo nuestro entorno, además, nos bombardea con mensajes que nos invitan a adquirir objetos y a vivir nuevas experiencias de forma continua. Y, en este contexto, nuestros comportamientos y las relaciones que entablamos son “líquidas”. Adquirimos, consumimos y desechamos.

Las redes sociales han fomentado esta situación. Las relaciones están orientadas a la satisfacción inmediata, a la búsqueda de placer. No queremos realizar esfuerzos, ni crear compromisos. Todo se reduce a un “enter “y a un “delete”. Empezamos y terminamos las relaciones con solo apretar un botón. ¡¡Es tan sencillo bloquear a la persona y adentrarnos en la siguiente aventura!!.

Nos movemos como pollo sin cabeza. Nuestra actividad es frenética, pero sin dirección. Hemos perdido las estructuras fijas que daban solidez a nuestras relaciones. Y, ahora, todo se vuelve flexible y líquido, para adaptarse a un mundo que cambia a toda velocidad.

Las consecuencias de esta “liquidez” las vivimos en nuestra identidad. Las redes sociales, qué tan atractivas nos resultan, nos sumergen en un mundo irreal, en el que podemos contar la historia que queramos de nuestra vida sin consecuencias. Y proyectamos un mundo de apariencias en el que lo que más nos importa es el número de” likes” recibidos, reduciendo el contacto real y directo con los verdaderos amigos. Sin embargo, aunque proyectemos esta imagen adaptada a lo externo, por dentro, nos sentimos bastante frágiles. Nuestra identidad pierde estabilidad, porque el mundo es cambiante y voluble y nos tenemos que adaptar a los cambios que se producen con gran rapidez. La consecuencia en nuestro interior es un vacío infinito.

Además, esta tendencia al consumo nos hace fáciles de manipular y dependientes del exterior. Este comportamiento tiene su raíz, entre otras cosas, en el miedo que nos genera nuestro pobre autoconcepto y el miedo al rechazo del otro. Esta es una de las razones por las que muchas personas no consolidan las relaciones y las cortan al inicio ante la posibilidad de ser abandonados. O porque sólo buscan la intensidad emocional que produce el comienzo de una nueva relación.

Nuestra autoestima también se vuelve líquida, porque nuestra seguridad se basa en lo externo. Tenemos miedo al compromiso, porque no nos sentimos capaces ni merecedores de amor. Y, mientras tanto, vamos consumiendo objetos y personas, todo lo que llene nuestro vacío existencial. El problema es que nada nos llena y acabamos desechando a las personas como a los objetos, en cuanto aparece el primer signo de cotidianidad.

Aunque esta sea una realidad, que seguro que más de uno y una nos hemos encontrado. Me quedo con la frase de Bauman que dice: “No hay otra alternativa que intentarlo, e intentarlo y volver a intentar. Si deseamos algo hay que luchar por ello. Si sale mal hay que seguir intentándolo” Quizás, en uno de nuestros intentos, demos con alguien que sí quiera vivir la magia del amor. Alguien que quiera entregarse y recibirnos y con quien podamos, por fin, sentirnos en puerto seguro y “sólido”.

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