Las diferencias entre «Tengo que» y «Quiero»

Tener y querer. A simple vista parecen cosas muy distintas. Sin embargo, en nuestro día a día son verbos que utilizamos de forma inconsciente, casi indistintamente. Nos planteamos, por ejemplo, ir al gimnasio y nuestro pensamiento puede ser: “Tengo que ir al gym, porque quiero perder peso. No puedo seguir así” O, podemos decirnos: “Quiero ir al gym, porque me siento bien haciendo deporte, me gusta coincidir con la gente en el gimnasio. Disfruto”. ¡¡Cómo cambia nuestra emoción según como nos hablemos!! ¿Verdad?

El hablarnos en términos del “tengo” nos genera obligación, es una orden que nos damos a nosotros mismos. Y a nadie le gusta recibir órdenes. Mientras el “quiero” es algo que a mí me apetece, denota deseo, voluntad, afán por hacer algo. Si nos planteamos cual será más motivador y nos hará sentirnos mejor, la respuesta parece clara.

El lenguaje es generativo.  No se limita a describir algo que ocurre dentro o fuera de nosotros, sino que genera realidad. Y del mismo modo que puede ayudarnos a vivir mejor, puede tener el efecto contrario. ¿A quién le agrada vivir en la obligación, sometido a hacer y vivir situaciones que no le apetecen?

No parece extraño, por tanto, que muchas veces fracasemos en nuestros intentos por lograr las metas que nos planteamos. Y no sólo eso, sino que, además, dada la motivación de la que partimos y los escasos resultados, vivamos en la frustración y el sufrimiento.

Por añadidura, nos ocurre que estos “debería” o “tendría que” se convierten en patrones que a base de repetirlos, se convierten en constantes en nuestra vida. Patrones que, ya instaurados, nos dicen cómo pensar, qué hacer, qué sentir. Y determinan como gestionamos nuestra existencia. En ocasiones, estos patrones se hacen tan rígidos que nos llevan a encontrarnos mal, tristes, sin motivaciones, creyendo que nuestra vida está estancada y que no podemos más.

Estos patrones o ideas irracionales fueron estudiadas por el célebre psicólogo Albert Ellis. Ellis decía que las ideas irracionales eran aquellas creencias que alteran y condicionan a la persona y no la dejan vivir de manera saludable y feliz.

Se detecta fácilmente una idea irracional, porque es extremista, está cargada de estos “tengo que” y, además, van acompañadas de “siempre”, “nunca”, “todos”, “nadie”…. Es decir, caemos en patrones de pensamiento insanos, cuando pensamos en términos de todo o nada, ya que nos alejamos de la realidad que no está hecha en blanco y negro, sino que está llena de matices de grises.

Nuestros pensamientos condicionan nuestras emociones y nuestros comportamientos. Esta es la razón por la que es tan importante ser conscientes de cómo nos hablamos a nosotros mismos. Si nuestro diálogo interno es negativo y dañino, así serán nuestras emociones y nuestras conductas. Ya que “Lo que nos afecta no es lo que nos ocurre, sino lo que nos contamos acerca de lo que nos ocurre”.

Es frecuente que el origen de nuestras creencias irracionales esté en nuestro pasado, en las experiencias vividas, que una vez interiorizadas se convierten en absolutos que condicionan nuestra forma de pensar, sentir y actuar. 

Nuestra forma de actuar tiene siempre una intención positiva y, entonces, ¿Para qué nos hablamos tan mal a nosotros mismos?  Bien, detrás de estas ideas irracionales suelen estar alguna de estas tres causas:

Las normas sociales: Para convivir en sociedad hemos creado unas normas sociales que facilitan la vida en común. El seguir estas normas nos remonta a nuestro instinto de supervivencia y la necesidad de estar en grupo, ya que el ser humano tiene más probabilidades de sobrevivir en grupo que aislado. De esta forma, buscamos ser aceptados para sentirnos seguros por encima de nuestras necesidades personales. El problema radica en que llevado al extremo, nos olvidamos de nuestros deseos e inclinaciones, poniendo las necesidades de los demás por delante de las nuestras. Y esto nos hace vivir en una permanente insatisfacción.

El miedo: Está ligado a las consecuencias que nos imaginamos puede tener el incumplimiento de las normas sociales. Y preferimos someternos, a soportar el miedo y la incertidumbre que nos genera la transgresión de estas normas. Por ejemplo, ese pensamiento que tenemos cuando trabajamos para otros:  “Tengo que esforzarme al máximo (sin saber dónde tenemos ese límite) para que no me despidan”.

El sentimiento de culpa. La culpa tiene un origen social, somos el único animal que lo padece. Y a menudo nos deja en una posición en la que podemos ser o hacer a alguien  presa del chantaje con el fin de obtener cosas o hacer sentir a alguien mal en beneficio propio. Por ejemplo, “Tengo que visitar a mi padre todos los días, sino seré una mala hija”. Aunque esto me lleve a no gestionar bien mi tiempo o incluso a una situación en la que me puedo sentir no considerada y maltratada.

¿Cómo podemos liberarnos de estos patrones de ideas irracionales?

El método que Ellis ideó para combatir las ideas irracionales consiste en modificar estas creencias desadaptativas y sustituirlas por otras más funcionales.

Para conseguirlo, lo primero que tenemos que hacer es identificar cuando estas creencias son irracionales y empezar a cuestionarlas.

Nos podemos plantear: ¿Es totalmente cierto este pensamiento? ¿En qué pruebas me baso? ¿Podría existir otra explicación u otra forma de pensar acerca de lo ocurrido?

Cuando a veces nos decimos “Nadie me quiere” estamos teniendo una idea irracional. Ya que puede que haya gente a la que no le guste. Pero cuando decimos “nadie” ya estamos obtenido pistas de la irracionalidad de esta idea. Podemos estar pasando por un mal momento, pero seguro que existen personas que me quieren o que en algún momento me han querido.

Se dan ocasiones en las que el pensamiento que me hace sentirme mal, si es real. Por ejemplo, “Me ha dejado mi novio”. En estos casos, lo que debemos plantearnos es que gravedad tiene esta situación. Preguntas que nos podemos hacer, para valorar la realidad en su justa medida, pueden ser: ¿Son tan terribles las consecuencias? ¿A qué áreas de mi vida afecta? ¿Otras personas han superado esta situación?

Haciéndonos estas preguntas podemos ver que hay mucha gente a la que le ha dejado su novio y se han recuperado. Por supuesto, no es agradable, pero no es en absoluto una desgracia. Es algo que se supera y de lo que seguro aprenderemos algo de las relaciones y de nosotros mismos.

Y, si el tema es real y lo valoramos como grave, porque afecta a varias áreas de nuestra vida, el último filtro a pasar sobre nuestras experiencias es la utilidad que tiene para nosotros tener este diálogo interno dañino para nuestra salud ¿Para qué me machaco con estas ideas catastrofistas? ¿Qué es lo que saco maltratándome así? ¿Me ayuda a solucionar mis problemas?

Es evidente que hay experiencias que son dolorosas, pero si intentamos cambiar este diálogo interno. Si podemos poner en duda estas creencias irracionales que nos angustian y generar algún pensamiento que nos haga sentir mejor. Estaremos mejorando nuestra forma de vivir y no nos quedaremos anclados en el sufrimiento.

No obstante, hay situaciones de las que no podemos salir solos. Situaciones para las que necesitamos de un gran trabajo personal y la ayuda de un terapeuta.  Es de sabios y valientes buscar la ayuda de un profesional, cuando necesitamos un apoyo adicional para salir del sufrimiento.

Recuerda que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.