Mujer y disfunciones sexuales

Somos seres sexuados y, por tanto, la sexualidad es una parte importante de nuestra existencia. Cuando hablamos de salud, no sólo hablamos de salud en el ámbito físico y psicológico, sino también en el campo de nuestra sexualidad.

Pero este aspecto de nuestras vidas puede no estar funcionando. Las causas pueden ser tanto físicas como mentales, emocionales e incluso sociales. Lo normal es que se dé una combinación de varias de ellas, que pueden ir desde el abuso del tabaco, consumo de drogas, … a enfermedades como hipertensión, depresión, diabetes,,,pasando por la toma de ciertos fármacos como antihipertensivos, antipsicóticos, anticonvulsivos,, antidepresivos,….

Causas de otro tipo son los condicionantes personales, como nuestro propio autoconcepto , nuestros complejos. Y, por supuesto, los condicionantes de la familia y la sociedad en la que hemos crecido, que puede potenciar la represión de determinadas conductas, por considerarlas tabú. Lo que habitualmente deriva en trastornos sexuales.

Existe, además, un reforzamiento del problema. Nuestra tendencia a la anticipación, hace que una vez se produce la aparición del primer episodio, éste se refuerza y hay más probabilidades de que esta situación se vuelva a producir en el futuro. Lo que creemos, lo creamos. Haciéndose realidad nuestras peores pesadillas.

La sexualidad es muy importante para las personas y es una de las principales fuentes de placer . Siempre que los prejuicios, la represión y las patologías mencionadas, no estén interfiriendo y produciendo trastornos sexuales que nos impidan disfrutar.

Una adecuada vida sexual nos produce equilibrio y bienestar. Ayuda a mantener relaciones de pareja saludables. Sin una vida sexual sana, se produce un progresivo deterioro de la pareja, pudiendo llegar a su ruptura. Ya que la pareja es un sistema en el que la disfunción de uno, afecta al conjunto de la relación.

Podemos definir una disfunción sexual, como cualquier limitación o incapacidad para tener una relación sexual satisfactoria, que puede afectar a una o varias etapas de la respuesta sexual: deseo, excitación, orgasmo y resolución.

Las disfunciones sexuales más frecuentes en las mujeres son:

Aversión sexual: Supone un rechazo radical al sexo, pues produce repugnancia. Habitualmente, tienen como causa creencias adquiridas por aprendizaje y generan altos niveles de ansiedad ante cualquier estímulo sexual.

Deseo sexual inhibido: Es la ausencia o disminución del deseo que dificulta el mantenimiento de relaciones sexuales sanas.

Un factor importante en esta inhibición del deseo es la duración de la situación. Hay que valorar, si hay causas físicas que pueden estar provocando la inhibición del deseo. Como puede ser la ingesta de alguna droga o la medicación, así como, enfermedades concretas, como depresión, ansiedad,…

Vaginismo y dispaurenia: El vaginismo se produce cuando la musculatura que rodea la vagina se contrae en un espasmo involuntario que estrecha la vagina e imposibilita la penetración. Este trastorno genera dispaurenia que es dolor e irritación en la penetración, debido a esta contracción de la musculatura pubocoxígea.

Trastorno de la excitación sexual: La alteración consiste en la dificultad para mantener la lubricación de la excitación sexual, hasta la terminación de la actividad sexual.

Anorgasmia: Es la imposibilidad o dificultad de lograr un orgasmo placentero, tras haber disfrutado de las fases de deseo y excitación. Se sufre una ausencia de orgasmos de forma persistente.

Tratamiento

La manifestación de la disfunción sexual es la punta del iceberg. Excepto en los casos en los que podamos establecer la relación entre la toma de algún fármaco o enfermedad y la aparición del trastorno. Lo más habitual, es que exista una base, el cuerpo del iceberg sumergido, que nos habla de problemas emocionales y mentales, prejuicios y tabúes que están limitando el disfrute de la sexualidad.

Lo bueno de la situación es que hay tratamiento. El tratamiento puede requerir abordar distintos niveles:

Nivel cognitivo: Mediante el análisis y la modificación de los prejuicios mentales de la persona, que pueden estar influyendo en la disfunción y reforzando una baja autoestima.

Nivel emocional: Estudiando, especialmente, las emociones negativas, como el miedo, la vergüenza y la culpa que están afectando al desempeño sexual. Es importante implicar en el proceso a la pareja, si ésta existe, con el fin de que poco a poco, vayan realizando acciones orientadas a eliminar la disfunción. Instalando emociones positivas en torno a la experiencia sexual.

Nivel conductual: Se harán recomendaciones prácticas de conductas a llevar a cabo en este ámbito. Lo que le permitirá un apredizaje de comportamientos eróticos, sanos y placenteros que, al ponerlos en práctica, se irán retroalimentando e instalándose en la relación.

Fases del tratamiento

  1. Establecimiento de la alianza: Es fundamental para la buena marcha de la intervención que el terapeuta genere un ambiente de confianza, que facilite que estos temas, especialmente sensibles, salgan a la luz y podamos trabajar con ellos.
  2. Evaluación del problema y recogida de datos: Para poder detectar de dónde viene el problema, qué lo está manteniendo y poder plantear posibles soluciones
  3. Propuesta de tratamiento: En función de los problemas detectados. En muchas ocasiones, requieren la participación y el compromiso de la pareja sin la disfunción.
  4. Seguimiento de la buena marcha del tratamiento y, si es necesario, establecer las oportunas modificaciones al mismo. El objetivo es que la persona aprenda con la terapia y sea autónomo de cara al futuro, para que el problema no le vuelva a afectar, ya que ha adquirido los recursos necesarios.

La sexualidad forma parte de nuestro ser como personas, por tanto, hacer el amor no es sólo genital, es intimar, besar, acariciar, oler, oír, morder, jugar, fantasear…. es hacerlo con las manos, con lo lengua, despertar todos los sentidos,… es hacerlo con la mente, con el corazón y con el alma.

Porque, como decía Mae West «El sexo con amor es la cosa más grandiosa de la vida. Pero el sexo sin amor tampoco está tan mal»